duele. Estar esperando una respuesta. Duele que la esperanza sea lo último que se pierda y que cada movimiento de la manecilla del reloj duela como una puñalada en el corazón. A veces desearía no tener esperanza. Ahorraríamos disgustos.
Odio los momentos de tensión prolongados,
los agobios inoportunos.
Odio ser la última y la que siempre espera.
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