viernes, 26 de diciembre de 2014

Lo demás no, pero a ti te tengo en claro. Y tú me tienes, claro.

Tengo tantas cosas que decir que juro que esta vez escribo por puro instinto de supervivencia.
Porque esta mañana o mi cara reflejaba mi estado de ánimo como nunca o por fin soy lo suficientemente miope como para salir a la calle sin maquillar y verme bonita (que siempre me observo de lejos, no vaya a ser que me vea por dentro, no vaya a ser que me acerque mucho a lo que realmente soy).
Que no nos damos cuenta pero cuando nos quieren bien nos recogen el amor propio del suelo y nos lo ponen en bandeja para reconstruírlo.
Sobre todo cuando ya lo damos por perdido. Cuando, como yo, en vez de rescatarlo nos hundimos en él.
Que mi talón de aquiles se encuentra en un cuerpo ajeno. En el mío.
Y que solo cuando lo recupere recuperaré también la capacidad de controlar algo de lo que ocurre con mi vida. Porque lo que ocurre en ella no hay forma de cambiarlo.
Y así, alejándome cada vez más del autoconvencimiento de la autosuficiencia, que como todo lo que lleva auto delante siempre acaba siendo un completo fracaso; me voy dando cuenta de que los desastres más bonitos ya solamente los recuerdo en diferido. Que recuerdo mejor días pasados, y no batallas recientes.
Porque me la jugué mucho apostando por caballos ganadores de otras carreras que no eran las de mis medias.
De arrastrarme por el suelo mendigando besos que ya no eran míos.
Y me importa una mierda.
Todo lo que puedo decir ahora es que me importa una mierda.
Porque si no me reconozco tomando aquellas decisiones, si lo recuerdo como si lo hubiera vivido otra persona, es porque necesito releer aquello de que valiente es el que determina los acontecimientos y no el que los sufre. Para así darme cuenta de que lo que nos hace estar vivos es arriesgar, y, por qué no, darnos algún que otro golpe. Que ya acertaremos. Pero provocando a la suerte. Porque como dije al principio, mi talón de aquiles ya no me pertenece. Pero sigue siendo mío al fin y al cabo. 
Y me quedo con la incoherencia de esto último que acabo de decir para decir que así es la cosa. 
Me siento libre cuando me vuelvo a dar entera. Me siento entera cuando soy libre. Y, la libertad, siempre ha sido algo muy subjetivo.

sábado, 20 de diciembre de 2014

Si de querer romperme terminaste haciéndome más fuerte, dime quién ha perdido. Porque yo puedo decirte lo que he ganado.

Y si me quiero dormir entre caladas a unos labios que me dedican sus noches, pero me bailan el agua por el día de la misma forma que yo lo hago, y me dicen que no se irán mañana, firmo.
Firmo en el comienzo y antes de escribir nada, ahora que todo va bien. Quién me lo diría, ya no muero por ti!.