lunes, 26 de enero de 2015

Blindada en cada golpe para no escuchar mi pulsación. Que ya no llegáis al corazón de la cuestión tampoco. Ni de mí.

El valora lo que tienes tampoco te va a dar la felicidad. 
Es la más clara expresión de un "aférrate a lo que hay aunque no te llene". Acumula millones de cosas solo por el miedo a perderlas aunque no sean lo que buscas, porque mejor mal acompañado que solo! 
Hacemos las cosas tan mal solo por no dejarnos fluir...
Podemos irnos y seguir buscando o simplemente conformarnos y hacer como que nos importa lo que tenemos delante mientras nos comportamos como idiotas con personas que no se lo merecen porque, podemos intentarlo, pero jamás apreciaremos algo por muy increíble que sea si nuestros ojos no están hechos para verlo. Yo jamás apreciaré la música clásica porque jamás me apasionará. Y soy consciente de lo que valen, pero que la escuchen otros. Porque yo no sabré. Porque no es lo mismo oír que escuchar.
Así que para qué seguir forzando, si al final acabaremos por darnos cuenta de que tanto espacio de margen al "igual un día..." Solamente sirve para acabar con un síndrome de Diógenes emocional del que acabaremos aprendiendo que menos es más cuando el más no siempre resta. Porque cuando lo hace, ya está todo perdido. 
Y me confieso arisca cuando no hay sentimiento de por medio. Y por eso me confieso mejor persona cuando alguien me hace sentir. Y por ello alguien que me salve de mí cuando yo no me soporto (otra forma de buscar la solución fácil complicándose la vida). Por eso hoy me grito, sálvate tú! 
El "nada ni nadie", el "ni estabas ni estarás", qué importan ahora.
De todas formas ninguna escapatoria en línea recta iba a ser suficiente cuando el terreno está ya tan accidentado, en ambos sentidos. Porque podré verme mientras no doble la esquina. Porque puedes rescatar un barco pero no cuando se ha hundido toda la flota.
Nos vemos a tocar fondo, mediante un choque frontal con el destino.



miércoles, 14 de enero de 2015

Vuelve a llegar la primavera, y me molesta el sol. Alma que nunca se deshiela y se queja del calor.

Y que me quieran con mis dudas y mis complejos. Rota. En mis más pero sobre todo en mis menos, en mi caos... Porque aprendí a hacer del caos un arte y pienso quedarme a vivir.
Psicodélica perdida, enganchada al humo, buscando el hipocampo para mi amígdala. La calma.
Viviendo en continuo estado de beligerancia, lo cual me fascina.
Difícil de manejar. Efímera.
Cambiante, pisando siempre mis principios. Actuando como una cría.
Jamás dispuesta a quedarme. Ya no.
A punto de perder el norte pero incapaz de dejarlo ir.
Joder, déjame ir!


4000 días después de aquel año obcecado detecto que al fin te dignaste a cumplir con la cita inaudible. Y me alegro, y me enfado a la vez.

Aquellas fueron las últimas líneas que malgasté en algo que ya estaba muerto.
Pero qué bonitas son a veces las heridas, y cuántas hojas ocupan cuando las dejas. Tantas como quieras.
Para al final acabar dándote cuenta de que algo que da tanto de sí ha valido la pena, y que quedan los recuerdos plasmados para aquellos que tenemos la manía de recopilarlo todo, para revivir algo de lo bueno de vez en cuando y recordar lo aprendido cuando es necesario. Porque la carpeta de lo malo por fin tornó a lo aprendido, y ahora sí puedo archivarla.
Ahora me quedo conmigo (que soy la que me abandona pero siempre vuelve, siempre vuelvo. Y un día voy a aprender a ser valiente y llegaré para quedarme), aunque intentes por la fuerza abrirme la cajita de recuerdos. Porque estoy segura de que brillaré por mi ausencia para quien no me supo ver. Y mientras tanto que me sigan inspirando las decisiones que tomo, para ver si al final es cierto eso de que el poeta es de quien le inspira, y por fin me pertenezco. A ver si por fin puedo escribir mi nombre antes de escribir el de nadie. 
Aquí, escribirlo aquí dentro con el corazón arponeado pero en propiedad, sin intereses ni deudas a plazo fijo.