miércoles, 14 de enero de 2015

4000 días después de aquel año obcecado detecto que al fin te dignaste a cumplir con la cita inaudible. Y me alegro, y me enfado a la vez.

Aquellas fueron las últimas líneas que malgasté en algo que ya estaba muerto.
Pero qué bonitas son a veces las heridas, y cuántas hojas ocupan cuando las dejas. Tantas como quieras.
Para al final acabar dándote cuenta de que algo que da tanto de sí ha valido la pena, y que quedan los recuerdos plasmados para aquellos que tenemos la manía de recopilarlo todo, para revivir algo de lo bueno de vez en cuando y recordar lo aprendido cuando es necesario. Porque la carpeta de lo malo por fin tornó a lo aprendido, y ahora sí puedo archivarla.
Ahora me quedo conmigo (que soy la que me abandona pero siempre vuelve, siempre vuelvo. Y un día voy a aprender a ser valiente y llegaré para quedarme), aunque intentes por la fuerza abrirme la cajita de recuerdos. Porque estoy segura de que brillaré por mi ausencia para quien no me supo ver. Y mientras tanto que me sigan inspirando las decisiones que tomo, para ver si al final es cierto eso de que el poeta es de quien le inspira, y por fin me pertenezco. A ver si por fin puedo escribir mi nombre antes de escribir el de nadie. 
Aquí, escribirlo aquí dentro con el corazón arponeado pero en propiedad, sin intereses ni deudas a plazo fijo.

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